Puntos Clave
- La Fuerza Aérea fijó la entrega del primer VC-25B para a mediados de 2028, un año después de 2027.
- Se adjudicó a Boeing una modificación por $15.5 millones para integrar nuevas comunicaciones dentro del cronograma.
- El contrato total supera los $4.3 mil millones para convertir 747-8 en aviones presidenciales reforzados.
(UNITED STATES) The US Air Force anunció el 12 de diciembre de 2025 que la entrega del primero de dos nuevos Boeing 747-8 VC-25B, destinados a ser el nuevo Air Force One, está ahora programada para mediados de 2028, un retraso de un año respecto al objetivo anterior de 2027. Este cambio en la línea de tiempo surge tras los largos años de discusiones entre Boeing y la Fuerza Aérea, mientras la industria lidia con desafíos como la transición de proveedores de interiores, la escasez de personal y cuestiones de diseño en el cableado. En el comunicado, la Fuerza Aérea explicó que la demora llega en medio de un complicado proceso de modernización de la flota presidencial y de una revisión detallada de costos dentro de un contrato que ya supera los 4.3 mil millones de dólares.

La historia de la entrega de estas aeronaves ha sido un vaivén de promesas y reajustes. El contrato original, firmado en 2018 durante el primer mandato de Donald Trump, preveía la primera entrega para finales de 2024. Sin embargo, ese calendario se deslizó a 2026 en 2022 y luego a 2027 en 2023. En febrero de 2025, una autoridad vinculada a la administración de Trump proyectó la posibilidad de un retraso a 2029 o más allá. En mayo de 2025, la secretaria asistente interina Darlene Costello y el teniente general David Tabor afirmaron que Boeing apuntaba a 2027, comprometiéndose a reemplazar la flota VC-25A, con una antigüedad de 35 años, que actualmente sirve como transporte presidencial de alto nivel.
El último parte, emitido el 12 de diciembre de 2025, señala que el primer jet estará listo a mediados de 2028, y que la Fuerza Aérea adjudicó a Boeing una modificación de 15.5 millones de dólares para la integración de nuevas comunicaciones, que se puede completar dentro de este cronograma. El contrato total, señalan los documentos oficiales, ya supera los 4.3 mil millones de dólares. Aunque no se comunicó una razón específica para el retraso más reciente, Boeing ha enfrentado repetidos tropiezos y pérdidas financieras en este acuerdo de precio fijo, lo que ha alimentado un debate público sobre la gestión de un programa de alto perfil y alto costo.
La interrupción llega en un momento en que el futuro de la presidencia de Estados Unidos podría depender de cuándo aparezca en el hangar la siguiente versión de la aeronave para uso del mandatario y de su círculo cercano. En la era de un segundo mandato de Donald Trump que podría empezar en 2029, la pregunta sobre si el avión saldrá a tiempo para acompañar cualquier agenda de seguridad y diplomacia presidencial se ha convertido en un tema de interés nacional. En este contexto, el propio Trump ha mostrado frustración con el programa; en una revisión de antecedentes, se recuerda que el expresidente, en 2016, tuiteó desde su condición de presidente electo que el proyecto iba “over budget”, una observación que ha sido evocada por analistas al considerar las presiones políticas que rodean la modernización de la flota presidencial.
Entre las soluciones interinas, la Fuerza Aérea ha adoptado medidas para mantener la operatividad mientras se resuelven los retos de entrega. En septiembre de 2025 se inició la conversión de un Boeing 747-8 donado por Qatar para servicio ejecutivo, un proyecto liderado por L3Harris Technologies, aunque la empresa no comentó de inmediato los detalles de la operación. En el mismo mes, el secretario de la Fuerza Aérea, Troy Meink, expresó confianza en los contratistas y estimó que la actualización del avión catarí costaría menos de 400 millones de dólares, financiada mediante un desvío de fondos del programa Sentinel de misiles. El retrofit, sostuvo, estaría completo en “just short of a year.” Mientras tanto, la flota VC-25A actual, en servicio desde 1990, continúa operativa y equipada con comunicaciones y seguridad de nivel para la Casa Blanca.
El coordinador del programa y otras autoridades han reiterado la necesidad de preservar la seguridad y la continuidad de las comunicaciones para el mando presidencial, un objetivo que implica complejas cadenas de suministro y pruebas de sistemas. En ese marco, el plan de entrega para mediados de 2028 adquiere un peso político significativo, dado que la disponibilidad de un sucesor moderno podría afectar la posibilidad de que el presidente pueda volar a bordo del nuevo VC-25B durante su mandato. Las discusiones en curso entre Boeing y la Fuerza Aérea han girado en torno a la integración de nuevos sistemas de comunicaciones y de misión, componentes que requieren una coordinación estrecha con proveedores y contratas, así como con estándares de seguridad aeronáutica de alto nivel.
El programa de sustitución de Air Force One ha despertado el escrutinio público y político, con debates sobre costos, cronogramas y prioridades. En los últimos años, la carrera por un avión presidencial ha estado entrelazada con consideraciones de tecnología de punta, ciberseguridad y resiliencia de las redes de mando. Mientras camina hacia una entrega que, según los anuncios oficiales, podría ocurrir a mediados de 2028, surgen preguntas sobre la posibilidad de que el avión sea utilizado por el presidente durante su mandato, y sobre cuánto tiempo de servicio efectivo tendrá una aeronave tan improvisada en el cargo ante la posibilidad de nuevas modificaciones o retrasos no previstos.
La opción de mantener en servicio el VC-25A existente, que ha llevado a los líderes de Estados Unidos a través de crisis diplomáticas y operativas durante tres décadas, contrasta con el deseo de evolucionar hacia un newer platform con capacidades modernizadas, mayor conectividad y mejoras en seguridad. En ese sentido, la entrega de la versión VC-25B no solo representa un hito tecnológico, sino también un símbolo de la continuidad institucional en medio de atajos en la cadena de suministro y una serie de reajustes presupuestarios que prolongan la espera de una remodelación que prometió fortalecer la capacidad de Estados Unidos para proyectar poder y gestionar crisis a escala global.
Para entender la magnitud del cambio, conviene mirar las cifras que rodean el programa. El costo total del contrato ha aumentado y, con la adjudicación de la modificación de 15.5 millones de dólares para la integración de las nuevas comunicaciones, la cifra global continúa en una escala que supera los cuatro mil millones de dólares. La fecha de entrega, «mid-2028» para el primer jet, se verá acompañada de una fase posterior para completar el segundo VC-25B, una secuencia que podría sostenerse mientras se evalúan soluciones técnicas y logísticas para la flota presidencial. En la conversación pública, los funcionarios señalan que, aunque la demora no se ha justificado con un único factor, se trata de un programa complejo que combina diseño, integración de sistemas y operaciones de misión.
La conversación política en torno a la modernización de la flota presidencial no está aislada de los debates más amplios sobre el equilibrio entre costos y capacidades de seguridad nacional. En la medida en que el programa avanza hacia una entrega a mediados de 2028, se espera que la administración y la Fuerza Aérea presenten un cuadro más detallado de la inversión, de los riesgos y de las garantías de seguridad que rodean a una operación que no solo transporta al líder del país, sino que también representa un símbolo de la continuidad de la institución ante escenarios de crisis o de encuentros diplomáticos de alto impacto.
En cualquier caso, la interdependencia de factores —la transición de proveedores de interiores, la gestión de mano de obra, la compleja red de cableado y la necesidad de mantener a la flota VC-25A operativa— seguirán definiendo el ritmo de la entrega. A medida que se acerca la fecha estimada de mediados de 2028, las autoridades insisten en que el objetivo no es sólo la llegada de una aeronave de nuevas capacidades, sino la garantía de que la nación pueda seguir reuniéndose, negociando y mostrando presencia global con un avión que combine seguridad, resiliencia y tecnología de punta. Y mientras tanto, el espectáculo de la entrega futura convive con las realidades de un proceso de adquisición que ha vivido altibajos, desencadenando un debate sobre cuánto tiempo puede esperar Estados Unidos para ver materializado un proyecto que, más que un avión, representa una promesa institucional en tiempos de incertidumbre.
Para quien observa de cerca este programa, la pregunta sigue siendo cuánto peso tendrá la entrega de Boeing 747-8 VC-25B Air Force One en la narrativa de la próxima década. Después de años de retrasos, un calendario provisional para mediados de 2028 podría convertirse en una fuente de estabilidad diplomática, o en una oportunidad para reevaluar estrategias de modernización que no siempre se mueven al ritmo político deseado. En cualquiera de los escenarios, la promesa de que habrá una aeronave capaz de combinar tecnología de última generación con los requerimientos de seguridad de la Casa Blanca permanece en el centro de la discusión. Y, a pesar de los desafíos, la expectativa de una entrega que represente una verdadera renovación de la flota presidencial continúa impulsando a una nación a mirar hacia una nueva era de movilidad y seguridad en el aire.
Para quienes siguen de cerca el asunto, la fecha de mediados de 2028 para la entrega del primer VC-25B se mantiene como un hito crítico. Si bien la transición de interiores y otras dificultades técnicas han llevado a la actualización de un avión donado por Qatar para uso interino —un movimiento que muchos ven como una solución pragmática ante la demora—, el objetivo oficial sigue siendo un par de jets plenamente funcionales que puedan cumplir con las exigencias y estándares de seguridad de la Presidencia. En ese marco, la noticia de que la entrega se retrasa hasta mediados de 2028, junto con la inversión adicional para la integración de comunicaciones, subraya que el programa, a pesar de su complejidad, continúa avanzando, con autoridades que insisten en que la seguridad y la continuidad de las operaciones presidenciales permanecen en el centro de cada decisión.
Para ampliar el contexto institucional y técnico, la siguiente fuente oficial propone una síntesis de las capacidades y roles de Air Force One, y puede servir como referencia para entender el alcance de la modernización en el marco de la seguridad nacional: Fact Sheet – Air Force One. En paralelo, para cualquiera que desee revisar pasos y documentación de sistemas y contratos del programa, la lectura de los comunicados de la Fuerza Aérea y las actualizaciones de Boeing ofrece una visión de cómo se negocian, se prueban y se implementan los cambios que permitirán a la nación proyectar su liderazgo desde el cielo durante los próximos años.
En resumen, más allá de la fecha exacta y de la complejidad técnica, lo que está en juego es la señal de que Estados Unidos mantiene su promesa de contar con una aeronave capaz de sostener su presencia diplomática y operativa a la altura de sus aspiraciones de seguridad nacional. Y, con la llegada a mediados de 2028 del primer VC-25B, la nación se prepara para una etapa en la que la tecnología, la logística y la política se entrelazan en una tarea que, para muchos, simboliza la continuidad de la presidencia en un mundo de desafíos constantes.
Aprende Hoy
VC-25B → Versión modificada del Boeing 747-8 diseñada con sistemas y protección para transporte presidencial.
Modificación del contrato → Cambio formal que añade trabajos o fondos al acuerdo original para cubrir tareas adicionales.
Integración de comunicaciones → Instalación y pruebas de sistemas seguros de voz y datos necesarios para operaciones presidenciales.
Conversión interina → Transformación temporal de un 747-8 donado para transporte ejecutivo mientras llegan los reemplazos definitivos.
Este Artículo en Resumen
La entrega del primer VC-25B se reprogramó para mediados de 2028 por discusiones continuas entre Boeing y la Fuerza Aérea, y por retos como transición de proveedores, falta de personal y problemas de diseño de cableado. La Fuerza Aérea autorizó $15.5 millones para integrar comunicaciones; el contrato total supera $4.3 mil millones. Un 747-8 donado por Qatar se está convirtiendo como solución interina. Las demoras recurrentes plantean dudas sobre si el avión estará disponible durante el mandato presidencial.
— Por VisaVerge.com
