Puntos Clave
- La jueza Jia Cobb ordenó terminar el despliegue, dejando la orden en suspenso por 21 días para apelación.
- Más de 2,300 soldados de la Guardia Nacional de ocho estados patrullaron bajo mando federal en DC.
- Varios efectivos fueron deputizados como agentes federales, lo que generó cuestionamientos constitucionales sobre el control local.
(WASHINGTON, D.C.) Un juez federal ordenó este jueves al gobierno de Estados Unidos poner fin a la despliegue de la Guardia Nacional en Washington, D.C., una operación que durante meses mantuvo a miles de tropas fuera de su estado y bajo jurisdicción federal. La decisión de la jueza federal Jia Cobb, anunciada el 20 de noviembre de 2025, concluye que la presencia militar en la capital del país fue inconstitucional y violó la autonomía de las autoridades locales para dirigir a la policía en el distrito. La orden se mantiene en suspenso por 21 días, hasta el 11 de diciembre de 2025, para permitir que la administración de Donald Trump presente un recurso de apelación.

La indemnización de la intervención, que consistió en un “tomar militar” de Washington, D.C., en palabras de la defensa, ha estado en el centro de un choque entre el poder federal y las autoridades locales. El fallo de Cobb describe la decisión del presidente Donald Trump de desplegar la Guardia Nacional como un supuesto “golpe militar” a la administración local de la seguridad pública. Según el expediente judicial, el objetivo del fallo no fue cuestionar la necesidad de combatir la delincuencia, sino señalar que la forma en que se implementó la operación excedió la autoridad constitucional y usurpó el control distrital sobre la aplicación de la ley.
La acción legal fue encabezada por el Fiscal General de la Ciudad de Washington, D.C., Brian Schwalb, quien, junto a su oficina, sostuvo que el despliegue no tenía legitimidad sin el consentimiento de la alcaldesa local. Schwalb afirmó:
“Normalizing the use of military troops for domestic law enforcement sets a dangerous precedent, where the President can disregard states’ independence and deploy troops wherever and whenever he wants—with no check on his military power.”
Estas palabras, reproducidas en su transcripción de la defensa, enfatizan la preocupación por el establecimiento de un precedente que podría permitir una intervención presidencial amplia y sin contrapesos en futuras circunstancias.
En la práctica, la operación se activó tras un decreto de emergencia firmado por el mandatario en agosto de 2025, cuando la Casa Blanca afirmó que la ciudad vivía una situación de alto riesgo para la seguridad pública. En menos de un mes, más de 2,300 soldados de la Guardia Nacional procedentes de ocho estados y del propio Distrito se encontraron patrullando la ciudad bajo el mando del Secretario del Ejército. Además, cientos de agentes federales se sumaron a las tareas de vigilancia para reforzar las medidas de control. Las autoridades han destacado que la presencia de estas tropas, varias de las cuales fueron deputizadas como agentes judiciales federales, se mantuvo durante meses y se anticipaba que continuara al menos hasta la próxima estación estival, con la celebración del 250.º aniversario de la nación en 2026 como referencia de duración.
La fiscalía de Brian Schwalb sostiene que la depresión de tropas de fuera del estado, convertidos en una fuerza de policía militar federal, infligió tensiones entre residentes y autoridades y desvió recursos de las fuerzas locales. En su denuncia, los abogados argumentaron que la delegación de funciones a las tropas no sólo era inapropiada, sino también contraria a la separación de poderes prevista por la Constitución. En paralelo, el portavoz de la Casa Blanca, Abigail Jackson, defendió la medida y afirmó:
“President Trump is well within his lawful authority to deploy the National Guard in Washington, D.C., to protect federal assets and assist law enforcement with specific tasks. This lawsuit is nothing more than another attempt—at the detriment of DC residents—to undermine the President’s highly successful operations to stop violent crime in DC.”
Sus palabras, citadas textualmente, subrayan la defensa oficial de la intervención como una actuación necesaria para la seguridad de activos federales y la colaboración con las autoridades locales, a pesar de la crítica legal.
La discusión legal no se limitó a la DA de Washington. Los argumentos de la administración insistían en que el Congreso facultó al presidente para coordinar la Guardia Nacional en Washington, D.C., una defensa que los fiscales de la ciudad vieron como una maniobra para desestimar la demanda; descrita por el equipo de Schwalb como un “frivolous political stunt” por parte de la administración. La controversia también ha alimentado otras batallas judiciales en ciudades como Portland, Chicago y Los Ángeles, con la Corte Suprema examinando recursos de emergencia relacionados.
A nivel humano, las implicaciones de la decisión resuenan entre quienes vivían y trabajaban en torno a las zonas de despliegue. Los informes señalan que la presencia de fuerzas de fuera del estado, la labor conjunta con elementos federales y la capacidad de estas tropas para actuar como una policía militarizada generaron una tensión notable en las comunidades locales. En comentarios de la defensa, se ha insistido en que la participación de la Guardia Nacional, si bien controvertida, estuvo orientada a la protección de activos federales y a auxiliar a las fuerzas del orden cuando fue necesario. Pero el fallo de la jueza Jia Cobb señala un límite claro: el control de la seguridad interna de un territorio como Washington, D.C., recae en las autoridades locales y pertinentes, no en un mando militar que responde directamente a la autoridad presidencial.
La decisión judicial llega en un momento en que Washington, D.C., vivía una intensa discusión sobre la seguridad y la criminalidad. A la par de la batalla legal, la administración argumentó que la presencia de tropas era una respuesta proporcional para enfrentar una ola de delitos violentos y para asegurar las áreas de mayor interés federal, incluidas las sedes de agencias y monumentos. En los meses previos, los funcionarios habían enfatizado que la operación estaba enfocada en tareas concretas y que la Guardia Nacional, cuyas funciones incluyen, entre otras, la protección de activos, debía actuar en cooperación con las autoridades locales para mantener el orden público ante escenarios de alto riesgo.
El fallo de Cobb, al proseguir, no cierra por completo la discusión. La orden de suspender la operación por 21 días deja un vacío legal que podría permitir un intento de apelación por parte de la administración de Donald Trump. Durante este periodo, la Guardia Nacional permanecería en la ciudad, su papel y su estatus seguirán bajo revisión judicial. Además, la decisión podría sentar un precedente para respuestas federales en futuras crisis que obliguen a una intervención de gran escala en capitales o distritos con gobiernos locales fuertes.
La situación es ya una de las historias más complejas sobre la relación entre el poder federal y las autoridades locales en los Estados Unidos. La defensa de la ciudad, apoyada por un amplio sector del estamento legal, sostiene que el uso de tropas para la seguridad interior, sin consentimiento de las autoridades electas y sin pasar por los canales de supervisión y rendición de cuentas, erosiona principios democráticos fundamentales. Por su parte, la administración continúa sosteniendo que su capacidad para movilizar la Guardia Nacional, incluso de forma extraordinaria, responde a la necesidad de responder de manera rápida y eficaz ante el crimen y los desafíos de seguridad en un periodo particularmente complejo para el país.
La narrativa de este caso también llega a Washington con una señal explícita de que la Guardia Nacional, un cuerpo que en otras circunstancias cumple misiones de defensa y respuesta ante desastres, puede convertirse en el eje de un debate constitucional y político mucho mayor. El uso de estas tropas, la forma en que fueron desplegadas y la autoridad que las supervisaba, se convierten en un espejo de las tensiones entre el gobierno federal y los sistemas de gobierno locales que emergió con fuerza durante la administración de Donald Trump y que, hasta ahora, continúa como un tema de intensa consideración para el equilibrio de poderes en Estados Unidos.
Para quienes observan desde fuera, el desenlace de este episodio puede marcar un hito en la forma en que Washington, y por extensión el país, conciben la frontera entre seguridad nacional y autonomía local. Los críticos sostienen que el despliegue de la Guardia Nacional en Washington, D.C., para apoyar la vigilancia de la seguridad interna sin el consentimiento del consejo municipal, es un precedente peligroso que podría abrir la puerta a intervenciones similares en otros momentos o lugares. Los defensores, en cambio, argumentan que en situaciones excepcionales la seguridad de activos federales y la integridad de las autoridades federales requieren medidas rápidas y coordinadas, incluso si ello implica un grado de federalización temporal.
Mientras tanto, la vida diaria de los habitantes de la capital continúa, y las autoridades buscan un equilibrio que permita la protección efectiva sin erosionar la autonomía de la ciudad ante las decisiones de sus propias autoridades. La tensión entre proteger la seguridad pública y preservar las estructuras democráticas que rigen la convivencia cotidiana se refleja en cada decisión, cada declaración y, sobre todo, en cada paso de este proceso judicial que podría marcar el rumbo de la relación entre la Guardia Nacional, Washington, D.C., y el resto del país.
Para entender mejor el marco, la discusión no sólo se centra en la legalidad de la acción: también está en juego la confianza de los residentes en la capacidad de las instituciones para responder con justicia y proporcionalidad ante crisis de seguridad. A lo largo del caso, la narrativa ha sido guiada por voces como la de Brian Schwalb y la de Abigail Jackson, y por la lectura de los tribunales que deben interpretar la Constitución en una era de amenazas y demandas de seguridad cada vez más complejas.
En este contexto, la presencia de la Guardia Nacional, de Washington, D.C., y la vigilancia de la toma militar que se desplegó en la capital resultan una historia que podría reconfigurar las líneas entre autoridad federal y local. A medida que el caso avanza, el país observa no sólo la resolución de un conflicto concreto, sino también el mensaje que envía sobre cómo se debe gestionar la seguridad interior en un sistema de gobiernos interconectados, con vecinos y comunidades que esperan respuestas eficaces, transparentes y respetuosas de la legalidad.
Para quienes buscan comprender el alcance de la decisión, es útil recordar que la expectación de cierre definitivo podría depender de los recursos presentados ante la corte de apelación, y que el plazo de la suspensión, hasta el 11 de diciembre de 2025, ofrece un margen para que ambas partes reconstruyan estrategias y presenten nuevos argumentos. En el drama legal que se despliega, la Guardia Nacional, Washington, D.C., y el concepto de toma militar quedan como símbolos de una tensión permanente entre seguridad y soberanía, entre mando federal y autonomía local, en una nación que constantemente se redefinen sus límites y responsabilidades.
Para ampliar el marco institucional, el Servicio Nacional de Guardia Nacional promueve la coordinación y la gestión de estas fuerzas a nivel federal y local, y su sitio oficial ofrece contexto sobre operaciones, despliegues y marcos de autoridad que suelen estar en el centro de debates como el que hoy ocupa a la capital. Para quienes deseen comprender mejor la estructura y el papel de estas tropas, pueden consultar el portal oficial de la Guardia Nacional en la página del National Guard Bureau, que detalla funciones, mando y coordinación entre niveles de gobierno.
Este episodio, que ha generado intensas discusiones en foros judiciales y políticos, podría localizarse en la historia como un punto de inflexión en la relación entre el poder ejecutivo y las autoridades locales de seguridad. Habrá que esperar para ver si la apelación adelanta una revisión más amplia o si la resolución final consolidará un marco más claro para decidir cuándo la Guardia Nacional puede ponerse al servicio de la seguridad interior de una ciudad sin perder, a la vez, su control local y su legitimidad democrática.
Aprende Hoy
Guardia Nacional → Fuerza militar organizada por los estados que puede activarse para misiones estatales o federales.
Deputizado → Otorgado formalmente autoridad policial para actuar como agente federal en funciones específicas.
Autonomía local (home rule) → Capacidad de un gobierno municipal elegido para gestionar asuntos locales, incluida la policía.
Toma militar → Situación en la que fuerzas militares asumen funciones que normalmente corresponden a autoridades civiles.
Este Artículo en Resumen
El 20 de noviembre de 2025 la jueza Jia Cobb declaró inconstitucional el despliegue de más de 2,300 efectivos de la Guardia Nacional en Washington, D.C., calificándolo de “toma militar” y ordenó su retirada. La medida queda en pausa por 21 días, hasta el 11 de diciembre, para permitir una apelación. Tropas de ocho estados, muchas deputizadas como agentes federales, provocaron disputas sobre la injerencia federal en el control local de la seguridad.
— Por VisaVerge.com
