Puntos Clave
- Irán anunció educación en línea para estudiantes afganos el 25 de octubre de 2025 durante expulsiones masivas.
 - La matrícula afgana cayó de 600,000 en 2024 a 320,000 en 2025 tras deportaciones y controles más estrictos.
 - Solo quienes tengan números de identificación y documentos de residencia pueden acceder a las plataformas estatales.
 
(IRAN) AGENCIAS: En un giro que busca mitigar el impacto humano de expulsiones masivas, el gobierno de Irán anunció que permitirá educación en línea para estudiantes afganos deportados, aunque la implementación y el acceso siguen siendo limitados y controvertidos. El anuncio llega en medio de un despliegue de expulsiones que, según versiones oficiales y de ONG, han dejado a cientos de miles de niños y jóvenes sin protección educativa formal en el país. Las nuevas promesas, presentadas por figuras clave del interior iraní, se enfrentan a obstáculos estructurales que dificultan que las familias accedan a una educación estable y reconocida.

El anuncio oficial fue hecho por Nader Yar-Ahmadi, jefe de la Oficina de Asuntos de Extranjeros e Inmigrantes del Ministerio de Interior de Irán, el 25 de octubre de 2025. En palabras directas, Yar-Ahmadi afirmó que
“more than 280,000 undocumented Afghan children have left Iran,”
y que
“temporary educational arrangements will be made for their children”
para las que permanezcan en el país, incluyendo opciones de educación en línea. Estas declaraciones subrayan una intención de sostener la continuidad educativa de un contingente significativo que ya no puede integrarse en el sistema escolar tradicional. La promesa de educación temporal, integrada en la esfera de una política de expulsión que ha reconfigurado demografía escolar y acceso a servicios, se presenta como un paliativo ante la pérdida de escolarización formal para numerosas familias afganas.
Según el propio ministerio del interior, la educación en línea para niñas afganas obligadas a abandonar Irán debe estar disponible para finales de octubre de 2025. El plan, sin embargo, está condicionado a que los estudiantes presenten números de identificación y documentos de residencia, una exigencia que excluye a muchos refugiados que carecen de tales legalidades. En palabras de Yar-Ahmadi,
“Iran could only enrol students with ID numbers and residency documents in its school — something that some Afghans refugees do not have.”
Esta limitación deja fuera a un núcleo significativo de niñas y jóvenes que ya perdieron su acceso a la educación formal, y que ahora deben recurrir a vías informales o a redes de ONG para continuar sus estudios, con el horizonte de que esas rutas se vuelvan cada vez más restringidas por restricciones administrativas y de seguridad impuestas por las autoridades.
Las consecuencias humanas de estas políticas son palpables en historias que llegan desde distintas ciudades. En Teherán, la historia de Rona, una joven afgana, ilustra la dimensión humana de la medida:
“When I finished 10th grade, the school said I couldn’t register again because I didn’t have legal documents. I felt very sad. I just wanted to study to continue like everyone else. Sometimes classmates told me to go back to Afghanistan, but I try not to lose hope. Now I study online and take art classes. I want to become a designer, maybe a lawyer or a psychologist one day.”
El relato de su madre, que trabaja como cuidadora, añade la perspectiva de la precariedad cotidiana: mantener a sus hijas seguras y educadas en un marco legal que continúa siendo inestable exige esfuerzos constantes y, a menudo, múltiples sacrificios.
Otra voz que resuena entre las familias es la de Muhammad, un ex oficial de policía afgano que ahora vive en Irán:
“My children cannot go to school because we don’t have documents. I’ve been arrested several times. Even when I go to buy bread, I’m afraid of being caught.”
Sus palabras revelan un clima de miedo que acompaña la experiencia de la expulsión y el estatus precario de muchos hogares afganos en Irán, donde la educación en línea podría parecer una válvula de escape para la continuidad educativa, pero no resuelve la raíz de las barreras documentales y de seguridad.
Las cifras que rodean la magnitud del fenómeno están en el centro del debate. En 2024, se estimó que unos 600,000 estudiantes afganos estaban matriculados en escuelas iraníes; para 2025, ese número habría caído a unos 320,000 debido a expulsiones masivas y a controles más estrictos. Las autoridades afirman que estas expulsiones han
“liberado 3,000 aulas”
y han permitido una reducción de alquileres de hasta un 30% en algunas zonas, lo que las autoridades presentan como beneficio tangible en determinadas comunidades, pero ese optimismo contrasta con la realidad educativa de miles de familias que ya no tienen una vía clara para la educación formal de sus hijos. Si bien la promesa de educación en línea apunta a un puente temporal para quienes permanecen en Irán, el acceso efectivo depende de documentos y de la capacidad de las plataformas para funcionar en un marco de control reforzado.
El papel de la sociedad civil y de las ONG en este paisaje es variado y, a la vez, cada vez más restringido. Algunas redes de educadores y ONG han trabajado para mantener abiertas rutas de aprendizaje en línea para niños afganos, pero operan con cautela debido a temores de represalias por parte de las autoridades. A finales de octubre de 2025, informes no verificados pero consistentes señalan que las autoridades iraníes han restringido la actividad de organizaciones de la sociedad civil que intentan educar a niños afganos, dejando a muchos sin acceso a ninguna forma de instrucción formal o incluso informal. Esa coyuntura alimenta un debate sobre la viabilidad práctica de la promesa oficial: si el acceso está tan regulado y condicionado, ¿cuántos niños y niñas realmente podrán inscribirse y completar sus cursos en línea?
La crítica a la promesa de educación en línea no es menor. Familias que esperan su deportación han descrito la promesa como
“una afirmación sin base para justificar su deportación,”
según comentarios recogidos por The Telegraph. Además, las barreras para obtener la documentación necesaria —tales como permisos de residencia y códigos de identificación únicos— se presentan como una barrera infranqueable para muchos. En este contexto, la educación en línea, cuando existe de forma real, a menudo depende de redes informales o de ONGs que, como se ha señalado, se enfrentan a una creciente presión legal y administrativa que las empuja a operar en la sombra. Esa tensión entre la promesa oficial y la realidad en terreno alimenta un resentimiento y una preocupación genuina entre familias y educadores, que temen por la calidad de la educación y por la seguridad de los menores que buscan continuidad educativa.
Las consecuencias psicológicas y emocionales para las niñas afectadas también se manifiestan con claridad. Informes sobre niñas afganas deportadas las describen como
“deprimidas”
al regresar a Afganistán, un país donde el acceso a la educación para las mujeres ha sido recortado de forma drástica por reglas impuestas por el Talibán. En un caso, se describe a una joven de 17 años que contempló el suicidio tras ser forzada a abandonar la escuela y ser deportada. Estas historias, aunque se centran en casos extremos, ilustran un coste humano que no se refleja únicamente en cifras de matrícula, sino en la salud emocional y el futuro de jóvenes que ya ven reducidas sus oportunidades de desarrollo.
La narrativa oficial de Irán enfatiza, al menos en la retórica pública, la intención de proteger a la infancia y evitar la interrupción de la educación de las niñas afganas que siguen en suelo iraní. Pero esa promesa coexiste con un conjunto de condiciones restrictivas: sólo pueden inscribirse aquellos que cumplen con los requisitos de identificación y residencia, un filtro que excluye a muchos que no poseen esos documentos. El resultado práctico es una educación en línea que, para muchos, es accesible solo de forma irregular, a través de canales informales que pueden verse interrumpidos en cualquier momento por cambios administrativos o por persecuciones a actores de la sociedad civil que intentan mantener las clases.
La experiencia de las familias que permanecen en Irán, así como la de las que ya han sido obligadas a abandonar, subraya un dilema central: la educación en línea, por muy necesaria que sea ante una expulsión masiva, no ha de convertirse en el único pilar de la educación para quienes no pueden permanecer en el sistema escolar formal. En un país con un historial de políticas migratorias volátiles y con una dinámica de expulsiones que afecta a comunidades enteras, la continuidad educativa se revela como un tema que exige no solo promesas sino mecanismos prácticos y confiables para garantizar que cada niño y cada adolescente tenga una ruta clara hacia la educación y el desarrollo personal.
Desde la perspectiva de la salud pública y de los derechos humanos, la promesa de educación en línea para adolescentes afganos en Irán debe evaluarse en función de lo que ocurre en la práctica, no solo en lo que se promete. Mientras algunos docentes iraníes y ONG trabajan para sostener la educación de forma discreta, el marco legal que rodea a estas iniciativas sigue siendo rígido y, en muchos casos, inaccesible para las familias que ya han perdido la protección institucional que la educación formal significa. Esta realidad alimenta un ciclo de desconexión educativa que podría tener efectos a largo plazo sobre las posibilidades de estos jóvenes de integrarse a la economía y a la sociedad de la región.
En términos de políticas, la medida de reforzar la educación en línea se sitúa dentro de un conjunto más amplio de decisiones sobre la gestión de flujos migratorios y la sostenibilidad de los servicios sociales para comunidades desplazadas o no documentadas. Si bien las autoridades destacan la reducción de ocupación y el
“desahogo”
de aulas como señales de éxito, los análisis de campo y las voces de familias afectadas señalan un abanico de desafíos que requieren respuestas más profundas. La educación en línea puede ser una solución parcial para mantener a los niños en el aprendizaje, pero sin una vía clara para regularizar la situación de origen o para otorgar permisos de residencia y documentación estable, estas medidas pueden terminar siendo una tabla de salvación frágil que no resiste la presión de cambios abruptos en la política migratoria.
Para una visión más amplia y para entender el marco institucional detrás de estas medidas, es posible consultar recursos oficiales del gobierno iraní, que detallan las funciones de las oficinas responsables de extranjeros y migrantes y sus políticas de gestión educativa en contextos de migración. El Ministerio de Interior de Irán y sus dependencias son las entidades encargadas de coordinar estas respuestas, y su sitio oficial ofrece una mirada a la lógica de las medidas de ciertos grupos de población migrante y a las respuestas administrativas que se articulan a raíz de las expulsiones. A modo de referencia institucional, Ministry of Interior – Iran ofrece información sobre sus competencias y las políticas de gestión de extranjeros y migrantes. Además, para lectores que buscan vinculaciones directas a documentos oficiales, pueden consultarse recursos especializados en políticas de educación para inmigrantes desde portales gubernamentales vinculados a la educación y a la migración.
En resumen, Irán presenta un intento de preservar la educación de un segmento muy expuesto de su población: los estudiantes afganos que han sido objeto de expulsiones masivas. Sin embargo, la distancia entre la promesa oficial y la realidad operativa es notable. A pesar de la afirmación de Yar-Ahmadi de que
“temporary educational arrangements will be made for their children”
y de la promesa de incorporar educación en línea para niñas afganas antes de finalizar octubre, las barreras de documentación, la limitación de acceso a plataformas oficiales, y la clausura o la represión de ONG que intentan sostener clases en línea dejan a miles de familias sin una ruta educativa segura y sostenible. Las historias de Rona y Muhammad ponen rostro a esa brecha: una joven que sueña con estudiar y convertirse en diseñadora, una familia que teme cada día por su seguridad y su capacidad de mantener a sus hijos en el aula, incluso si esa aula es digital. En este contexto, la educación en línea emerge como una necesidad humanitaria y una prueba de las narrativas que rodean a las expulsiones masivas: ¿será capaz de sostener a las nuevas generaciones cuando el marco legal y la voluntad política se mueven con la misma rapidez con que cambian las políticas migratorias? La respuesta, por ahora, depende de la habilidad de las autoridades para convertir promesas en rutas de acceso reales, inclusivas y seguras para cada niña y cada joven que sueña con seguir aprendiendo.
Aprende Hoy
Educación en línea → Enseñanza impartida por internet mediante plataformas estatales, apps o lecciones grabadas en lugar de aulas presenciales.
Documentos de residencia → Papeleo oficial que acredita la residencia legal en Irán y que permite la inscripción en colegios estatales.
Indocumentados → Personas que no cuentan con estatus legal reconocido ni identificación exigida por las autoridades.
Expulsiones masivas → Deportaciones a gran escala organizadas por el Estado que retiran a grupos numerosos del país.
Este Artículo en Resumen
Irán anunció el 25 de octubre de 2025 educación en línea para estudiantes afganos tras expulsiones masivas que redujeron la matrícula de 600,000 en 2024 a 320,000 en 2025. El plan exige números de identificación y documentos de residencia, excluyendo a muchos indocumentados. ONG y voluntarios mantienen opciones informales, pero prohibiciones y trabas administrativas limitan el acceso y la validez de la educación para miles de niños afganos.
— Por VisaVerge.com
					