Puntos Clave
- El cierre del gobierno cumplió 29 días el 29 de octubre de 2025; los controladores trabajan sin sueldo.
- United, Delta y JetBlue entregan comidas gratuitas en hubs como O’Hare, Denver, Los Ángeles y Newark.
- El 27 de octubre de 2025 se registraron alrededor de 2,800 vuelos retrasados por la escasez de controladores.
(CHICAGO O’HARE INTERNATIONAL AIRPORT (ORD)) El cierre del gobierno entra en su cuarta semana mientras los controladores de tráfico aéreo trabajan sin sueldo y, ante la falta de pago, buscan formas de llegar a fin de mes. En medio de esa presión, las aerolíneas están interviniendo para mitigar el golpe humanitario entregando comidas gratuitas a los trabajadores federales en aeropuertos clave, incluyendo centros neurálgicos como Chicago O’Hare, y otros a lo largo del país. La información llega en un momento en que la industria advierte sobre retrasos y disminución de la capacidad, y donde la seguridad operativa depende, en gran medida, de una fuerza laboral que se mantiene al pie del cañón sin la remuneración adecuada.

A medida que el gobierno permanece cerrado por 29 días a 29 de octubre de 2025, según los recuentos en las terminales y en los sindicatos, unos 2,350 profesionales de NATCA (National Air Traffic Controllers Association) representados, incluidos ingenieros y otros trabajadores de seguridad aérea, se encuentran en situación de permiso sin sueldo. Este estado de suspensión salarial ha obligado a muchos a asumir empleos paralelos para cubrir gastos básicos como alquiler, servicios y atención médica, mientras mantienen su labor en la red de control del espacio aéreo de Estados Unidos, que maneja alrededor de 35,000 vuelos diarios y sostiene decenas de millones de empleos relacionados con la aviación.
Las instalaciones de United Airlines, por ejemplo, están donando comidas para controladores de tráfico aéreo y otros trabajadores federales en sus centros en todo el país, en aeropuertos tan emblemáticos como Chicago O’Hare, Denver International, Houston/George Bush Intercontinental, Los Ángeles Internacional, Newark Liberty, San Francisco International y Washington Dulles. Delta Air Lines y JetBlue también han confirmado que ofrecen comidas gratuitas en sus ubicaciones aeroportuarias. En resumen, el sector privado está llenando vacíos que la Administración Federal de Aviación (FAA) y el gobierno federal dejaron por resolver, con comidas gratuitas que, si bien no sustituyen el salario perdido, alivian la presión diaria de quienes deben permanecer en pie para mantener la seguridad de la aviación.
En ese marco, el secretario de Transporte, Sean Duffy, hizo sus comentarios en LaGuardia el martes 28 de octubre de 2025, señalando:
“Many of our controllers can make it without this first paycheck. They’ve been in the job for, you know, 10, 15, 20 years. They plan for days like this. But we have a lot of new controllers who are still in training that aren’t at a high level in income and they can’t handle what’s happening to them today.”
Estas palabras ponen de relieve la brecha entre la experiencia acumulada y las nuevas incorporaciones, que se ven afectadas de manera desproporcionada por la falta de pagos y la necesidad de sostenerse con ingresos complementarios.
Nick Daniels, presidente de NATCA, advierte sobre el costo humano de la parálisis salarial:
“We are the rope in this tug-of-war game, and that is what we’re trying to raise awareness about. As the pressure mounts, as the stress continues, our air traffic controllers are thinking about how to have a side job instead of about safety, instead of about the American flying public. We’re going to have to slow it down, as these people cannot focus on their jobs. That makes it less safe.”
Sus palabras subrayan la preocupación de que la presión económica podría afectar la seguridad si el personal se ve obligado a priorizar ingresos secundarios sobre la atención de las tareas críticas.
Mark Rausch, vicepresidente regional 10 de NATCA, añadió un relato directo de la precariedad diaria:
“We have to figure out what we’re going to do with what little money we may have left in savings, or how we’re going to figure out, are we going to get more money coming in? Are we going to start driving Uber? Are we going to start doing maybe DoorDash? Figure some other kind of way to generate income, while still going to our jobs in air traffic control facilities and doing the work in aviation safety professions across the country without getting paid.”
Estas declaraciones destacan la improvisación que muchos trabajadores deben adoptar, equilibrando la continuidad de un servicio crítico con la necesidad de ingresos inmediatos.
La situación en el terreno es tangible. En Denver, un controlador con diez años de experiencia dijo a FOX31:
“My first paycheck this morning was $0, and I’ve worked 60 hours. Last mortgage payments, credit card bills, light bills—that doesn’t wait.”
Otro colega habló de las tareas extra que deben asumir para mantener el funcionamiento de la sala de control, al tiempo que la familia y las facturas siguen acumulándose. Además, un controlador en Denver añadió que pasaron el día hablando con pasajeros para pedir su apoyo cívico, para que contacten a los legisladores con vistas a terminar con el cierre.
El escenario operativo también refleja la presión diaria sobre el sistema. El 27 de octubre, el país vivió aproximadamente 2,800 vuelos con retrasos atribuidos a la escasez de controladores y a la fatiga acumulada, según los reportes iniciales del día anterior. Aunque la red aérea sigue operando, la productividad y la eficiencia se ven comprometidas cuando un porcentaje significativo de la fuerza laboral esencial se mantiene en una situación de pago cero; un hecho que ha conducido a una discusión sobre la seguridad y la fiabilidad del sistema de control de tráfico aéreo durante una de las crisis presupuestarias más largas de la historia reciente de la aviación civil.
En el plano político, el impasse presupuestario continúa dominando la agenda del Senado, que ha fallado 13 veces en aprobar una factura para financiar las operaciones gubernamentales hasta el 21 de noviembre de 2025. En cada intento, los republicanos quedan a seis votos de la mayoría de 60 necesarios para superar el obstruccionismo, y las negociaciones se han centrado en la posibilidad de que el presidente tenga una capacidad de pago selectiva para empleados federales, un enfoque que muchos ven como potencialmente prolongador de cierres futuros. Este contexto político agrava la incertidumbre que viven los controladores y el personal de apoyo, que ya enfrentan circunstancias laborales extremas.
De forma destacada, NATCA organizó demostraciones en 20 aeropuertos alrededor del país, con controladores que animaban a los viajeros a hacer oír su voz para exigir un fin del cierre del gobierno. Las calles y las terminales se convirtieron en escenarios de protesta pacífica y de llamados a la acción cívica, con la esperanza de acelerar una resolución. En ese marco, las aerolíneas se ven obligadas a responder ante una realidad que no depende de precios ni de rutas, sino de la capacidad de pagar a quienes mantienen a diario el cielo abierto y seguro para millones de pasajeros.
El impacto de la medida se expresa en el lenguaje de números y experiencia humana. El sistema aéreo nacional opera con un flujo de unos 35,000 vuelos diarios y soporta decenas de millones de empleos vinculados a la aviación; cuando esa maquinaria se ralentiza, las consecuencias se extienden más allá de los mostradores de facturación y las puertas de embarque. Los controladores que deben presentarse cada día a sus puestos con nóminas que no llegan se ven obligados a tomar decisiones difíciles sobre su vida diaria: la necesidad de gasolina para sus vehículos, el cuidado de los hijos, los pagos médicos y las deudas pendientes. En el caso de Denver, la tensión es particularmente explícita, con situaciones descritas por controladores que explican que el dinero en la cuenta es escaso y las facturas, incluso la hipoteca, no esperan.
Aun así, las historias de apoyo de la industria son una nota de alivio en esta temporada de presión constante. Las comidas gratuitas que las aerolíneas entregan directamente en las torres y salas de control pueden parecer una solución menor frente a la magnitud del problema, pero en un entorno de largas jornadas y turnos de seis días a la semana, diez horas al día, cada comida representa un respiro práctico que ayuda a sostener la atención y la energía necesaria para mantener la seguridad del cielo. El peso emocional de estos momentos se sostiene con pruebas de densidad humana: hay quienes, como Zach, un controlador en Denver, esperan recoger las comidas del día siguiente, y otros que describen con detalle la fatiga que se acumula después de horas de servicio en una sala de operaciones.
La narrativa de esta crisis se teje con el hilo de testimonios que no deben ser distorsionados. Se conservan las palabras exactas de los protagonistas:
“Many of our controllers can make it without this first paycheck. They’ve been in the job for, you know, 10, 15, 20 years. They plan for days like this. But we have a lot of new controllers who are still in training that aren’t at a high level in income and they can’t handle what’s happening to them today.”
Cada acotación tiene un matiz de realidad cotidiana que no puede perderse, porque son estas palabras las que permiten entender el coste humano de un cierre que no se ve como un mero dato estadístico sino como una experiencia vivida por quienes mantienen el tránsito aéreo seguro ante un futuro incierto.
La cobertura de este tema también debe conservar la especificidad de los nombres y cargos para evitar generalizaciones. Sean Duffy, Nick Daniels y Mark Rausch no son simples consignas: representan la convergencia de políticas, seguridad y experiencia en el terreno. Sus roles y declaraciones aportan claridad sobre la dinámica entre el gobierno y la industria, y sobre la necesidad de soluciones que no deleguen la responsabilidad en la improvisación de los trabajadores. Daniels subraya que la situación “is a tug-of-war game” y que la seguridad podría verse comprometedora si se continúa presionando al personal para buscar ingresos alternativos sin un marco de compensación estable. Duffy, por su parte, resalta que hay controladores con experiencia que podrían manejar la ausencia de un salario por un corto periodo, pero que el grupo de nuevos controladores no está en condiciones de soportar esas condiciones sin consecuencias para la seguridad y la operación.
En el corto plazo, la atención de la opinión pública y de los legisladores está centrada en la forma de resolver el estancamiento presupuestario sin sacrificar la seguridad ni el servicio de los estadounidenses que viajan por aire. Las autoridades federales han dejado claro que la interrupción del pago afecta directamente a un sistema que opera con una demanda constante: cada día de inactividad refleja un gasto humano y una presión adicional sobre una red que ya está trabajando al límite. En este contexto, el movimiento de las aerolíneas para entregar comidas gratuitas no es simplemente una cortesía corporativa: es una medida de contención frente a un problema mayor que podría intensificarse si el cierre se prolonga sin un acuerdo.
El análisis de la situación muestra que el impacto se extiende más allá de los controladores. Los aeropuertos mantienen la dinámica de un negocio que depende de la seguridad y la eficiencia operativa; cuando hay retrasos, también se ven afectadas las aerolíneas, los pasajeros y los propios recortes presupuestarios que podrían llegar a afectar otros servicios. El dato de que 2,800 vuelos sufrieron retrasos el 27 de octubre es un recordatorio de la magnitud de la disrupción y de la importancia de resolver el conflicto político que mantiene a la nación sin un marco de financiación claro. En otras palabras, lo que está en juego no es solo una nómina impaga, sino la promesa de un sistema de aviación que funcione con la fiabilidad que el público espera y en la que confía.
El estado actual es claro: el cierre del gobierno continúa sin resolución, los controladores de tráfico aéreo trabajan sin remuneración, y las aerolíneas se ven obligadas a intervenir de forma pragmática para sostener a la industria. En medio de este panorama, las palabras de los líderes y los testimonios de los trabajadores deben servir para guiar a la opinión pública y a los responsables políticos hacia una salida. La seguridad aérea no admite reticencias ni demoras, como tampoco admiten demora los millones de personas que dependen del cielo para viajar, trabajar y reunirse con sus familias.
Para quienes siguen el tema, el hilo conductor es claro: se requieren soluciones políticas que eviten que se repita un episodio de cierre del gobierno que ponga en riesgo la seguridad y la eficiencia del sistema. Hasta entonces, la mezcla de medidas de emergencia del sector privado, con comidas gratuitas y apoyo directo a controladores de tráfico aéreo, se convertirá en un componente esencial de la historia de este conflicto presupuestario. En un país que federativamente depende de un sistema de control de tráfico aéreo que opera con una precisión casi quirúrgica, cada hora sin pago para los trabajadores federales es también una hora que podría exigir respuestas decisivas del poder público para evitar un nuevo episodio de turbulencia, tanto en el cielo como en la vida cotidiana de miles de familias.
El desarrollo de esta historia continúa día a día, con el dato de que el Senado ya ha fallado múltiples veces en aprobar una financiación que permita a la administración volver a pagar a sus empleados y restablecer la normalidad. Mientras tanto, la cobertura de la prensa y la vigilia de los controladores permanecen como testimonio de una crisis que ha puesto de relieve tanto la fragilidad de la cadena de pagos como la resiliencia de una industria que no ha dejado de volar, pese a todo. La pregunta que queda es qué solución política permitirá, de una vez por todas, cerrar el capítulo del cierre del gobierno y devolver la normalidad a un sistema que, a ojos de millones, es tan confiable como complejo.
Para quienes deseen profundizar en los aspectos técnicos y operativos de esta crisis, el sitio de la FAA ofrece información adicional sobre el papel de los controladores de tráfico aéreo y el funcionamiento de la infraestructura crítica de la aviación, y los recursos oficiales para entender el estado actual del sistema pueden consultarse en línea para contextualizar esta historia en el marco de las operaciones aéreas y la seguridad pública. FAA – About the U.S. National Air Traffic Control System. Este vínculo, junto con las actualizaciones de los responsables políticos, seguirá siendo vital para entender cómo, a pesar de la tensión, la aviación estadounidense intenta sostenerse y ofrecer un servicio seguro mientras el cierre del gobierno se mantiene sin resolución.
En el registro de la actualidad, las cifras y los nombres importan tanto como las deducciones políticas. Se citan claramente los lugares, las horas y las personas involucradas, desde el enojo de los controladores que describen sus salarios como nulos tras trabajar largas jornadas, hasta las llamadas de las aerolíneas para entregar comidas gratuitas como una muestra de solidaridad corporativa. Es, en última instancia, una historia que, aunque centrada en el mundo de la aviación, es sobre la vida de las personas: los controladores de tráfico aéreo que arriesgan su salud y su seguridad para mantener el cielo abierto, las familias que esperan un regreso a la normalidad, y un país que necesita un acuerdo que ponga fin a un cierre que ya ha durado demasiado tiempo.
Aprende Hoy
NATCA → Asociación Nacional de Controladores de Tráfico Aéreo de EE. UU., que representa a controladores e ingenieros de seguridad aérea.
FAA → Administración Federal de Aviación, la agencia estadounidense que regula la seguridad y la infraestructura aérea.
hub → Aeropuerto neurálgico donde las aerolíneas concentran vuelos y operaciones para facilitar conexiones y logística.
furlough → Permiso administrativo sin sueldo que deja a empleados federales temporalmente sin trabajar ni cobrar.
Este Artículo en Resumen
El cierre del gobierno, con 29 días cumplidos al 29 de octubre de 2025, dejó a controladores sin sueldo y forzó a aerolíneas a repartir comidas gratuitas en hubs clave. Aproximadamente 2,350 trabajadores representados por NATCA están furloughed, lo que agravó los retrasos: cerca de 2,800 vuelos se retrasaron el 27 de octubre. Los controladores enfrentan turnos prolongados y dificultades económicas; los sindicatos piden que el Congreso restablezca la financiación para evitar riesgos operativos.
— Por VisaVerge.com
 
					
 
                                
		 
		 
		